La oportunidad de establecer una nueva relación con el clima del futuro se ve en que Colombia es uno de los países con mayor potencial de producción agrícola, lo que será importante para satisfacer la demanda de alimentos de la creciente población mundial, al tiempo que reduce los impactos generados por la agricultura y logra altos rendimientos en las tierras de cultivo existentes.
La FAO estima que para 2050 será necesario aumentar la producción de alimentos en un 70%, por lo que la producción en los países en desarrollo tendría que casi duplicarse y la superficie de tierra cultivable aumentaría en unos 70 millones de hectáreas. Asimismo, se puede observar que los mercados de productos sustentables continúan expandiéndose y los commodities han avanzado en el cumplimiento de los estándares como resultado de las demandas del mercado. Colombia es uno de los países con mayor potencial para expandir su producción agropecuaria, las perspectivas de crecimiento del sector agropecuario son positivas, y se sustentan en el incremento de la demanda mundial y el gasto del Gobierno Nacional dirigido al sector y a los mercados internacionales siguen siendo favorables a pesar de la tendencia a la baja de los precios de las materias primas y la caída del crecimiento económico mundial. Existe una enorme oportunidad para mejorar la competitividad del sector agropecuario, teniendo en cuenta las expectativas en torno a las negociaciones de paz, los tratados de libre comercio y las metas del Plan Nacional de Desarrollo, PND. Sin embargo, como sugiere la Field Transformation Mission, es necesario resolver los cuellos de botella y aumentar la productividad. Para aprovechar estas oportunidades son necesarias estrategias que aseguren que el crecimiento de los sectores no se traduzca en una presión adicional sobre los recursos naturales y, por el contrario, convierta al sector agrícola en un agente positivo para la transformación hacia modelos de desarrollo agrícola sostenible, compatible con el clima y bajas emisiones. Estas estrategias podrían estar dirigidas a abordar elementos como los siguientes: Abrir oportunidades de mercado y atraer inversiones para productos ambiental y socialmente amigables, reduciendo los riesgos relacionados con la reputación debido a los impactos de los sectores productivos sobre los ecosistemas naturales y el clima global. Mercados como el de los biocombustibles en Europa y Estados Unidos son un ejemplo de la demanda de materias primas sostenibles y bajas en emisiones. Mejorar la eficiencia en el uso del suelo, aumentando la productividad con mejores tecnologías y prácticas de manejo que aumenten la resiliencia a los fenómenos climáticos, al tiempo que reducen la presión sobre los ecosistemas naturales. Fortalecer subsectores y cadenas productivas, involucrando criterios de sustentabilidad que redunden en mejores medios de vida para los productores locales, con menor impacto ambiental, más organizados e incluyentes. Esto se lograría invirtiendo en la educación de calidad de los productores rurales, en la implementación de servicios de extensión, en el diseño de subsidios más efectivos y, en general, en el desarrollo de estrategias para la transformación de la producción rural, mejorando la competitividad de los productos alimenticios agropecuarios.